From Retina
En las primeras semanas de la Administración Trump, han surgido dos polémicas separadas con asuntos concomitantes. Una es la supuesta protección del suelo estadounidense frente a una amenaza extranjera, en forma de una muy polémica prohibición de los viajes a EE UU de ciudadanos de siete países mayoritariamente musulmanes. La segunda es la intimidación de Trump a los fabricantes para que aumenten la presencia de sus fábricas en Estados Unidos y la reduzcan en el resto de lugares.
Implícitas en ambas cuestiones hay dos visiones claramente diferentes sobre cómo conseguir una seguridad y prosperidad duraderas para EE UU. Una postura es que competimos mediante la localización y la acumulación de cosas: recursos, instalaciones, y el acceso a ellas. La postura alternativa es que una ventaja sostenida depende de la superioridad sostenida en la generación, identificación y aplicación de buenas ideas en un mundo cada vez más globalizado.
Según el primer punto de vista, “transaccional”, la competitividad se apoya en la conservación de la ventaja posicional y mediante la construcción de barreras que eviten que molestos competidores tengan acceso a mercados y clientes a los que uno ya está intentando atender y para evitar que los clientes actuales se marchen a fuentes alternativas de bienes y servicios. Puede que no sea una coincidencia que alguien que construyó su carrera comercial en el sector inmobiliario, caracterizado por el mantra “localización, localización, localización”, tenga esta visión de la competencia.